25 de noviembre de 2013

UN LAGO

Un lago, otro lago, más lagos.
La vida cerca de un lago.
La tarde entera cerca del lento mover de las aguas de un lago. Aunque a veces sean tan fuertes como el viento mismo las quiera llevar.
Yo he visto algunos lagos. En este sitio pequeño cerca de la montaña, he visto uno grande, turquesa y otro más pequeño, de ensueño. Sus aguas estuvieron calmas durante mi visita y la luz del Sol me abrigo, hasta dejarme en traje de baño y mojar el cuerpo en sus aguas frescas.
Un lago, otro lago…
Y la montaña enmarcando la tarde perfecta. El atardecer más calmo que podría perdurar toda la eternidad. Deseo que se congele la hora y todos los sentidos vivan como nunca en otro sitio han podido vivir tanto. He leído y escrito mucho en estos años, pero mi vista nunca se ha ejercitado tanto, vislumbrado y estremecido, como con lo que se encuentra viendo a su alrededor. Todo a su completo derredor.
La mente está en calma hace varios días, exactamente desde el mismo día que partí. La mente está en calma porque está en su estado natural. A pesar de mi cuerpo indeciso, meticuloso. La mente grita por este estado natural. La escucho, la siento, le lloro. Me acelera la respiración, me vuelca las palabras.
Lago Puelo ha culminado esta travesía.
Desde este fin, miro el nuevo comienzo. Cada viaje te abre caminos, te llena de palabras. O de silencios. No hay que ignorar nada, todo está aquí y ahora para ser visto y sentido. Porque lo que llega a tu camino se te aparece de la manera en la que puedas sentir. Y entonces queda la obligación con uno mismo de ir hacia donde se comienza a perfilar la senda. Y ahi está la mía, cada vez más nítida, a veces cerca, muy cerca. A veces lejos, temerosa.
Me lleva… me muestra… me encuentra…

Un lago, otro lago, más lagos.
Fuentes de agua entre las montañas.
Y yo aquí dejo un deseo en medio de aquella nube, la que se posa sobra estas aguas turquesa, las aguas del lago que un día me verá vovler.

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