14 de marzo de 2010

DISFRUTAR


Hubo un momento en que el sueño dejó de soñarse. Los pasos iban y venían por el piso nuevo de anécdotas. Se estrenaban ruidos, olores, decisiones.
Hubo quien cargara con el peso de lo supuesto. Arrancaba la piel gastada, pero bien adherida en su cuerpo. Hay que imaginarse realmente a un alguien arrancándose la piel. Porque para quien no lo haya visto alguna vez, así fue como ocurrió.
Cuando el mandato es la opción en lugar de lo evitable, se despiertan en el corazón huidizo de dictámenes, las alarmas que reaccionan el circuito sanguíneo que da calor con su torrente, a los más puros sentimientos. Así es como el mandato no le gana a la pulsión. Lo simple se descubre como lo natural. No hay más que decisiones hacia una misma dirección, que es la de quien decide. Se van, de a poco los miedos, esos que torturan hasta generar fisuras en las venas. Entonces, la sangre se va de su curso, nos quedamos hambrientos de nuestra propia pulsión.

Y nos detenemos.

Hubo un encuentro, un reflejo. Y en esos ojos encontrados nació el espacio para contemplarlos.
Hubo un paso. EL paso. Hubo lágrimas.
Hubo poesía. Y para las almas que reencuentran su poesía luego de tantos mandatos, las señales de la magia se tornan tan livianas y placenteras, como la vida misma que gira para lucir su cara de luz.
Hubo una mañana, la primera que amanecía en el torrente de su sangre. Hubo una poesía hecha canción. Y estuvo la marca de un ángel y su magia despertando en algún umbral, para llegar con la brisa hasta los acordes de esa mañana.
Hubo un momento que desconectó el reloj sus agujas. Que trajo una imagen de lo simple, de volar.
Hubo un momento que bautizó de magia aquel comienzo.
Hubo un momento que fue poesía.

Y disfrutándolo, sonrió.