24 de febrero de 2010

CENTINELA

El reflejo de una marquesina sobre la ventanilla del colectivo. Una noche más de nostálgica Buenos Aires. De soledad.
El reflejo se deforma a la par que avanza el tránsito y conforme las ondulaciones del vidrio. El rojo predomina. La sangre. Pasión.
Los tubos encendidos hacen un ruido imperceptible en el barullo de la avenida. Pero es algo así como bzzz…bzzz… ya nadie lo escucha. La gran manta de asfalto no volverá a quedarse muda por mucho tiempo. Quizás hasta alguna vez fue blanca y hoy todo lo cubre el gris. Pero seguro alguna vez fue tierra, lodo, gusanos, vegetación. Justo donde se ha detenido ese ómnibus de dos pisos, hubiera plantado mi naranjo en flor. Como el tango. El que se escucha tanto como las bocinas desafinadas. Como el tango, andar sin pensamiento. Amar, partir.
El rojo predomina, como la sangre que llena de oxígeno al corazón. Y el pensamiento que se ha ido para hacer de mi sueño una canción, se encuentra en el punto infinito de la distancia, con el corazón que grita en medio de tanto cemento, bocinas, aceras ventanas, bzzz…bzzz… y vuelve circular a la punta del obelisco. Centinela de la soledad que gira a su alrededor.

12 de febrero de 2010

EN TUS MANOS

Una poesía en tu honor
para quitarte de la mente
borrar tu sonrisa
borrar tu mirada.
Porque vuelas tan alto
que me cuesta alcanzarte.
Aunque quizá no se trate de alcanzarte
sino de compartir.
Y yo quiero compartir.


Llegar hasta donde se esconde el Sol
bajar donde nace la ola en el mar
subir donde se infla una nube
dormir donde un relámpago se encendió.
Salir de las palabras
y convertirlas en acción.

Una poesía para curar la pasión
para exorcizar el deseo
borrar tu aliento
borrar tu piel.
Porque en un pantano de ansiedad me ahogo
y se me hace tan difícil no soñar.
Aunque quizá no se trate de no soñar
sino de disfrutar el proceso.
Y yo quiero disfrutar.

Llegar hasta donde se esconde el Sol
bajar donde nace la ola en el mar
subir donde se infla una nube
dormir donde un relámpago se encendió.
Salir de las palabras
y convertirlas en acción.

Una vez más
desvelo mis noches en una canción
y me pierdo en las manos
que transforman lo que digo.
Tu misterio
y la alegría del encuentro
me trajeron a este poema
que en tus manos
sería canción.

4 de febrero de 2010

Nada más

Fuera de lugar y mucho más allá. Una vuelta por el paraíso que se relaja y aparece en un próximo soñar.
El intento de detener el tiempo es tan frágil como la arena escurriéndose por entre medio de los dedos. Y cada instante de tiempo detenido es el cuerpo diminuto que se terminó. O que volvió al río, con el último brillo del Sol.
El tiempo no pasa ni pesa en el lugar del mundo donde se pone el Sol. Donde la calle oscura no es peligro. Donde el día despierta perezoso, secándose el rocío. El lugar del mundo del silencio para descansar. De la silla en la puerta, conversando sin más.
Detener el tiempo. El tiempo que dejé atrás. A la vuelta lo retomo en el lugar donde está. Y es tan oscuro el camino, tan quieto, que más que miedo, me quita las ganas de soñar.
Frenar el tiempo en la orilla, frente a un río o a un mar. No contar los minutos, no medir. Frenar el tiempo que quedó atrás o quizá sin pausa, hacerlo parte de este paraíso donde me da gusto estar.
Frenar el tiempo y salir a caminar. No contar las distancias, no acelerar. No adivinar lo que vendrá, ni suponer lo que no pasó. Frenar el tiempo anterior, que no hace más que condicionar el recorrido del Sol.
Frenar el tiempo y quién me ayuda a volverlo a arrancar. El regreso se torna muy pesado. El paraiso me ha endulzado tanto (aunque con silenciosa soledad) que me lleva al punto cero, bajo cero, nada más, nada de aquí en más.
Frenar el tiempo o dejarlo andar a la par de este viejo y nuevo intento de renovar.
Nada más, nada de aquí en más. Y ahí me quedo en la orilla, viendo escurrirse la arena, tan frágil, como el tiempo que se va.