1 de julio de 2009

BOLSAS

Lleva unas bolsas sobre su espalda. Blancas, verdes, atadas unas con otras. Bolsas dentro de otras bolsas.
Se aleja caminando, bamboleándose, como luchando con el peso sobre su espalda, como si fuera una caparazón. Murmura la miseria que la cubre. Mira desde un par de ojos tan sensibles como el plástico que la rodea. No tiene victoria ni orgullo.
Sus pies encastran en dos andrajos que apenas se levantan del piso al caminar. Una porción de tela simula ser una falda para proteger del frío una parte de su cuerpo. O quizá tan sólo está allí, ajustada a su cintura, desde algún día en el tiempo, cuando comenzó a deambular. Lo mismo su torso; apenas cubierto por unos harapos.
Se percibe que es mujer por la deducción a simple vista de su cuerpo. Pero su rastro es mucho más complejo como para imaginarla con una única identidad. Es una persona, entonces tan sólo, afuera de la verdad de la vida. Carente de la energía de la que es parte.
Se aleja cada noche por la vereda vacía. Me sorprende con su murmullo cuando menos la llego a recordar. Y su cuerpo pequeño, arruinado, me conmueve en las entrañas y a veces hasta pienso en acercarme, y preguntarle hacia dónde va.
Pobre viejita, es el consuelo a mi corazón que la mira alejarse. Y me pregunto si tuvo hijos o si los soñó.
La miro mujer, pobre viejita, que camina en la noche de esta ciudad maldita, que le da más frío a sus pies. Que le da más bolsas a su caparazón.

1 comentario:

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Che

parece que se reactivó algo!

estás todo el tiempo entre los primeros de cruza!

Muy bueno el texto. Ritmo, detalle, sutilezas, juego...